Camino al Pacífico

Publicado: 26 enero, 2011 en México

A día de hoy, un mes después de nuestra llegada a San Cristóbal de las Casas, todavía no sabemos si es la arquitectura colonial de sus calles, el flujo de viajeros de todas partes que puebla sus esquinas, la variedad de vestimentas tradicionales indígenas que dan color a sus habitantes o la gran oferta cultural y de entretenimiento, lo que la convierten  en una ciudad de obligado paso para todo aquel que quiera conocer los encantos del sur de México. Lo difícil de San Cristóbal es irte, ya que podrías estarte meses visitando sus iglesias, paseando por sus montañas e intercambiando historias y peripecias en cientos de lenguas diferentes. Por ello muchos de los que llegaron de paso y no pudieron escaparse de sus encantos, la renombraron como Sal si puedes de las Casas. Nosotros no pudimos ser menos, así que rendidos ante sus cantos de sirena, decidimos perder la semana con Paco y sus amigos.

 

 

Paseo de San Cristóbal de las Casas

Andador de Guadalupe, San Cristóbal

 

De esta manera, el lunes conocimos a Natalia, una antigua amiga de Paco que llevaba seis meses viviendo en Aguas Calientes, ganándose la vida cantando flamenco. Los dos se habían encontrado en Cancún por casualidad, como suelen suceder las cosas en México, los días de la COP 16 en el campamento instalado por los anti-COP. Natalia viajaba con Víctor, todo un personaje alicantino que vino a visitarla un mes, y con Andrea, un italiano que llevaba un año viviendo en México. Aquí se truncaron nuestros planes de salir la siguiente semana hacia Guatemala, gracias a las maravillas que nos contó Andrea sobre el estado de Oaxaca y a la amistad que entablamos desde el primer momento con Víctor y Natalia. Esa noche disfrutamos todos de la hospitalidad de Paco y Chuy, su compañero de casa mexicano, hasta altas horas de la madrugada.

 

"Sal si puedes de las casas", San Cristóbal

Eeeeres mi debilidad, tu lo sabes muy bien..., San Juan Chamula

La mañana siguiente, aunque habíamos dormido poco queríamos visitar San Juan de Chamula, el pueblo de la Coca-Cola y el Posh, donde nada es imposible. Los habitantes del lugar, en su mayoría tzotziles, siguen conservando muchas de sus ancestrales costumbres, que con el paso del tiempo, la imposición del cristianismo, y la llegada de la globalización; han creado una nueva religión que mezcla un poco de aquí y otro poco de allá. Los hombres visten todavía sus casacas de piel de oveja, blancas o negras según la jerarquía eclesiástica;  las mujeres visten la falda del mismo tipo y alegres colores en la parte superior. El sincretismo de religiones que practican hace de la iglesia de Chamula uno de los sitios más curiosos que jamás veremos, es toda una experiencia. El edificio es una antigua nave de color blanco, poco ornamentada por fuera, y que por dentro prescinde de los bancos para dejar un espacio diáfano recubierto de hoja de pino donde rezar arrodillados. Tal como entras en la iglesia, que una vez fue católica, te invade el olor a copal, un tipo de incienso muy utilizado por todos los mayas. Las dos paredes de los lados están recubiertas de vírgenes y santos encerrados en vitrinas, que te conducen hasta la figura de San Juan Bautista, colgado en el altar mayor. Al pobre de Jesucristo, le habían bajado de su habitual lugar, y le habían dejado apoyado sobre la pared, a los pies de San Juan. La antigua iglesia de Chamula fue derruida por un terremoto, por lo que la fila de santos de la pared de la izquierda, que eran los que allá moraban, tenían todos las manos cortadas como castigo por no haberles protegido.

 

Más vale prevenir..., San Juan Chamula

 

...nadie por allá, San Juan Chamula

Nadie por aqui..., San Juan Chamula

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vendedoras cuchicheando, San Juan Chamula

La decoración no era nada exagerada para el ritual que pudimos presenciar una vez estábamos dentro. La mayoría de la gente rezaba en grupos de entre cuatro y seis personas, siempre con un hombre a la cabeza que es quien marca el ritmo del rito; aunque había algún despistado rezando solo. El primer paso se basaba en limpiar la hoja del pino de la parte del suelo donde se quiere orar; acto seguido el varón va colocando filas de velas, largas y finas, con una precisión de cirujano. Este paso puede durar casi una hora, y es que el rezo más largo que vimos, colocó unas 20 filas de entre 30 y 40 velas de diversos colores; siempre organizadas de manera simétrica, que una vez colocadas hay que encender. Entonces viene lo más extraño, al final de todas las velas colocan unos cuantos refrescos, casi todos Coca-Cola, y en el medio una botella de Posh, que se van bebiendo al final del rito. El Posh, es un destilado de maíz muy típico de la zona de Chiapas, que beben sin parar, supuestamente para hablar con Dios cuando ya están totalmente borrachos. Los refrescos son bendecidos porque llevan gas, y el gas según ellos, es lo que les provoca los eructos que sacan de sus cuerpos los malos espíritus. Los beben tanto, que directamente les llaman “agua”. La mezcla con sus antiguas creencias, hace que sean politeístas, y es que no veneran a Jesús, sino que le cada santo es identificado con un antiguo protector Maya; por lo que dependiendo las necesidades de cada uno, rezan a uno u otro para resolver sus problemas. Vamos, que como veis, tienen un cacao difícil de digerir por el Vaticano, del que se separaron hace unos 30 años.

 

Asimilando lo visto, San Juan Chamula

Nenas jugando al sol, San Juan Chamula

Una vez asimilado todo este misticismo, la mañana siguiente fuimos a visitar a Cecilia, una amiga de Teresa (la madre del Gordo). Vive desde hace seis años en San Cristóbal, elaborando quesos curados, que no se producen en todo México. Su casa es una finca preciosa en el antiguo camino a Tuzla, donde tiene su propia fábrica artesanal, donde trabajan ella con una empleada lugareña. Nos puso al día de la actualidad de Chiapas y nos enseñó encantada cómo era el proceso de elaboración de sus deliciosos quesos, que aunque eran muy caros, no pudimos escapar la tentación de comprar unas cuñas para probarlos. Esa tarde compartimos los quesos con nuestros nuevos amigos en casa de Paco, planeando la que sería nuestra nueva ruta de viaje. Como ya comentamos previamente, nos apetecía conocer Oaxaca y compartir más tiempo con Víctor y Natalia, por lo que decidimos, que la mañana siguiente, por mucho que nos doliera, teníamos que despedirnos  de San Cristóbal, e iniciar una nueva etapa del viaje con los dos nuevos fichajes.

 

Mercado de San Juan, San Juan Chamula

Restos de la Guadalupana, San CristóbalRestos de la Guadalupana, San Cristóbal

 

Del jueves tenemos poco que contar, ya que el viaje de Chiapas a las playas de Oaxaca dura unas doce horas, que intentamos hacer en un día, para perder el mínimo tiempo posible. Eso sí, sirvió para consolidar nuestra amistad con los dos alicantinos y confirmarnos a nosotros mismos que habíamos hecho una buen casting de compañeros de viaje. Llegamos por la noche a la Bahía de Huatulco, en concreto a Santa Cruz, uno de los sitios más turísticos de Oaxaca y por lo tanto de los más caros. Por ello, aprovechamos el día siguiente en la playa, antes de partir para Zipolite. Al ser una bahía, el agua era una balsa de agua caliente, lo que nunca nos hubiésemos imaginado del Pacífico. Alquilamos unas gafas de buceo para nadar por la barrera de coral que cierra esta playa, donde podías sumergirte entre bancos de peces de mil colores llamativos, que en vez de huir de la gente, venían a comerse nuestra piel muerta como si fuésemos ballenas. De esta manera recibimos el primer masaje exfoliante totalmente natural. Para no gastar mucho dinero, comimos allí y después partimos hacia la parte más hippie de Oaxaca.

 

Con los genios alicantinos, La Ventanilla

Primer baño en el Pacífico, Santa Cruz de Huatulco

Ese fin de semana aprovechamos para disfrutar tranquilamente del mar de Zipolite, un pueblo de unas 1000 personas que se distribuye a lo largo de una playa de unos tres kilómetros. Lo especial del lugar, más allá de tener una de las pocas zonas nudistas de México, es su orientación perfecta hacia el sur, lo que hace que puedas ver tanto el amanecer, como el atardecer, por lo que se pueden disfrutar todos los minutos de luz que el sol ofrece cada día. Además, al estar en mar abierto, por fin tuvimos la sensación de bañarnos en el Pacífico, ya que las olas eran gigantes, de hasta cinco metros, que te volteaban a su antojo. Con miedo por la resaca del agua, fuimos metiéndonos poco a poco hasta perfeccionar la técnica del barrenado, cogiendo las olas con nuestro propio cuerpo para salir del mar. Las olas rompían bien adentro, lo que permitía a los lugareños ser expertos en surf y bodyboard, y a nosotros imitarles con más revolcones que gloria. Dicen de Oaxaca que es el estado mexicano donde mejor se come, y pudimos comprobarlo degustando sus famosas Tlayudas, tacos gigantes de pasta crujiente rellenos de todo tipo de carne a elección del consumidor; y probando el mejor Pozole que Natalia había comido en toda sus estancia en México, se trata de un caldo de pollo y verduras muy condimentado, que hecho de manos de una encantadora señora siempre sabe más rico.

 

Arena y más arena, Zipolite

Cocodrilos en la laguna de La Ventanilla

Playa de La Ventanilla

Después de disfrutar de la playa una par de días, nuestros compañeros necesitaban partir rumbo a Oaxaca capital, ya que a Víctor se le acababa el tiempo y todavía le quedaba mucho por visitar. En el camino se cruzaban con San José del Pacífico, del que habíamos oído historias maravillosas, por lo que haciendo honor a nuestra filosofía del “¿Por qué no?”, decidimos acompañarles para despedirnos allí. Antes de empezar a subir, decidimos visitar la Laguna de Ventanilla, un precioso laguito al pegado a la playa del mismo nombre, donde se pueden apreciar tres tipos diferentes de manglares, y toda una colonia de tortugas y cocodrilos que pasaban a pocos metros de la barca en la que íbamos. La playa era muy curiosa, estaba siendo estudiada por geólogos de muchas partes, ya que todavía no saben cómo explicar la presencia de un 80% de hierro en la arena. Era impresionante, el guía tiraba un imán a la tierra, casi completamente negra, y lo sacaba rodeado de partículas del metal citado. Por la tarde partimos hacía San José, a tan solo 60 km de la playa, pero a 2800 metros de altitud. ¿Cómo puede ser? Muy fácil, la Sierra Madre mexicana, continuación de los Andes por el sur y las Rocosas en EEUU, se encuentra paralela al mar y con subidas de vértigo. Este fue el primer momento que vimos la fuerza de Ténesi, que subió con cinco personas hasta este pueblo, sin calentarse ni una sola vez. Es una proeza, ya que para hacer esos 60 km, necesitamos cuatro horas de subir sin parar.

 

Atardecer sobre las nuebes, San José del Pacífico

La casa de Doña Catalina, San José del Pacífico

A la noche llegamos a nuestro destino, y allí nos esperaban dos amigos de nuestros compañeros, que hace seis meses comenzaron a construirse una casa de adobe en la montaña, a modo hobbit, diferentes habitaciones terminadas en bóveda unidas por corredores. Allí tuvimos nuestro primer percance con Ténesi, al intentar llegar a su casa nos quedamos encallados en la tierra, ya que el camino era solo apto para todoterrenos. Después de colocar unas tablas y dejarnos los riñones empujando, conseguimos sacarla y decidimos abandonar para siempre los caminos de cabras. Nos hospedamos en casa de Doña Catalina, sitio de paso para todo viajero que pasa por allí. Se trata de una española de 70 años, que lleva toda la vida en México acogiendo gente de aquí y allá en su preciosa villa orientada al valle. Esa noche disfrutamos del eclipse lunar casi completo, marcada fecha del calendario Maya, con viajeros mexicanos, italianos, estadounidenses, coreanos y australianos. La vista desde el mirador de la casa era privilegiada, y eso que llegamos de noche y no se apreciaba casi nada. La mañana siguiente, después de ducharnos con agua calentada directamente por el fuego de una chimenea, nos dirigimos a perdernos por la montaña cercana, subiendo hasta casi los 3400 metros de altura que copaban la cima más cercana. Esa tarde sí que disfrutamos de las vistas, casi se llegaba a ver la playa al fondo del valle, y mientras se nos caía la baba solo con esto, las nubes comenzaron su descenso diario, para dejar la villa flotando en ellas, con un sol rojo imponente que parecía disfrutar del mismo paisaje desde el otro lado del valle. Posiblemente fue uno de los atardeceres más bonitos que jamás ninguno habíamos visto. Para celebrar el momento y el solsticio de invierno, ofrecimos a los demás una especie de arroz a la mexicana, cocinado por Pelón recordando las multitudinarias cenas de su casa de Madrid. La velada terminó encandilada por una guitarra española, y el precioso cante flamenco de Natalia mientras el resto hacíamos lo que sabíamos, que se basada en reír y dar palmas.

Flotando en frente del mar, San José del PacíficoFlotando cerca del mar, San José del Pacífico

 

En los manglares, La VentanillaEn los manglares, La Ventanilla

No queríamos que llegase el momento, pero la mañana siguiente nosotros debíamos partir a Mihuatlán, a una hora dirección Oaxaca, a parar en boxes e intentar poner los papeles de Ténesi a nuestro nombre, tarea bastante difícil en México, ya que cada estado tiene sus leyes al respecto. Nos despedimos con mucha pena de nuestros amigos alicantinos, y partimos para cambiar los frenos y los filtros de nuestra querida furgo, para así rejuvenecerla un poco y poder seguir creyendo en ella. La ciudad es el típico lugar de paso de entre la playa y la capital, vamos, fea como ella sola pero con todo tipo de servicios. Una vez hecho el lifting a Ténesi dormimos a la puerta de la oficina de tráfico para ser los primeros en entrar. Hubiese sido lo mismo, ya que no había casi ni empleados en el sitio. No tuvimos que esperar, pero tampoco pudimos solventar nada, ya que no disponíamos de dirección física en México, ya nos la sabíamos para la próxima. El enfado se nos pasó pronto, pues mientras comprábamos la cocina para poder cambiar el menú de tacos y tortas, nos encontramos de nuevo a Víctor y Natalia viajando en el coche de sus amigos. Nos pudimos despedir de nuevo, sabiendo que antes o después, y en uno u otro lugar, nos encontraremos de nuevo a esta pareja de genios; y es que uno de nuestros primeros aprendizajes del viaje es saber que las cosas suceden porque tienen que suceder, llamándose casualidad o destino según las creencias de cada cual. Después de muchos abrazos y besos, otra vez en ruta rumbo a pasar nuestras primeras Navidades playeras en la costa del Pacífico. Aquí termina la etapa con Víctor y Natalia, ¿Quiénes serán los próximos fichajes que viajen con Ténesi?

 

Chiapas, la selva Lacandona

Publicado: 6 enero, 2011 en México
Bienvenidos a Chiapas Güey!, Palenque


Desde que llegásemos a México habíamos escuchado mil historias maravillosas sobre Chiapas, sus peculiares gentes, sus paisajes de cuento y sus extraños animales. Nos despertamos en Palenque con los picotazos de diminutos mosquitos que nos daban la bienvenida a las tierras chapanecas. En cuanto dimos una vuelta al centro del pueblo eligiendo dónde desayunar un licuado y un café, descubrimos también la simpatía de los habitantes del lugar. El día empezó nublado aunque la sensación de calor y la humedad seguían presentes, pero antes de terminar el café, el sol ya iluminaba la transitada plaza del pueblo. Para comenzar a conocer la región decidimos visitar la Cascada de Aguas Azules, que según el camarero era la más bonita de las tres que había cerca y además era la única donde nos podíamos bañar.


Policía pluriempleado, Palenque
Aparte de interesarse por nuestro viaje y aconsejarnos los lugares imprescindibles de ver a su juicio, el camarero nos mantuvo al tanto de la actualidad de la carretera que nos dirigiría a la cascada. Tres días antes había llovido a raudales, lo que provocó ciertos desprendimientos en el camino, así que tuvimos que extremar las precauciones. El hombre tenía razón, en medio de una curva cerrada podían haberse derrumbado seis metros de carretera o te podías topar con un árbol desprendido en la carretera; nada que unos kilos de arena y un poco de esfuerzo no pudiesen solventar. La vegetación parecía comerse la carretera con la misma ferocidad con la que nos atacaban insectos de toda clase. Cuando estábamos a punto de llegar, vimos un cartel que proclamaba el inicio de territorio zapatista, casi todas las aldeas autónomas controladas por el EZNL (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) se encuentran entre Palenque y Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas. Tras una hora de viaje muy lento, llegamos a la cascada, donde gracias a ver el ingreso con un poco de antelación, y una sábana, pudimos salvar el pago de una de las entradas.


Mandar obedeciendo, Chiapas
Cascada de Agua Azul, Palenque

El aguacero caído impidió que el agua hiciese honor a su nombre, pues en vez de ser azul, el lodo arrastrado la convertía en marrón. Aun así el lugar merecía la pena, la vida crecía por todas partes y los rápidos que hacía el río provocaban curvas y formas sugerentes en el paisaje. Allí conocimos una chica italiana que trabajaba en una empresa dedicada al comercio justo, que venía a controlar la situación de las cooperadoras de café de la zona. Nos contó las dificultades del desarrollo de su proyecto; debido a las ofertas que hacen las multinacionales a los productores de café, superiores a las de la cooperativa, pero sin asegurar ni la continuidad de la producción, ni la inversión en el desarrollo de infraestructuras para incrementar el valor añadido del café, ya que no cuentan ni con una tostadora de grano todavía. Aprovechamos las explicaciones que daba un guía mexicano a un grupo de americanos, para enterarnos de la historia del sitio sin tener que rascarnos los bolsillos y de paso saber cuál era la zona de baño. El guía, que era Chilango (como se les dice a los de Distrito Federal), nos llevó a una zona tranquila donde emular al mismísimo Tarzán, con una cuerda que colgaba de un árbol y terminaba en medio del río. Después de las piruetas, un buen paseo y unas quesadillas en compañía de nuestra amiga italiana, nos retiramos a Palenque antes de que anocheciese, para que Tenesi no tuviera un paro cardiaco a la vuelta.

 

Los hermanos Derrick atacan de nuevo, Chiapas

¿Me echas un cable?, Palenque

La noche anterior habíamos dormido muy cerca del bullicio del centro, y habíamos oído que había una zona llamada el Pachán, donde se concentraban los campings y las cabañas para jóvenes y viajeros. Fuimos allá con la intención de darnos una ducha y al final terminamos literalmente metidos en el barro. La culpa fue de una pareja de franceses, Christophe y Kelly, les conocimos en la puerta del primer camping en el que queríamos preguntar, porque necesitaban alguien que les ayudase a sacar su coche del lodo donde habían encallado. Fuimos con Tenesi al rescate, y al tercer intento, entre todos lo conseguimos. Se encontraban en una situación parecida a la nuestra, viajaban de Alaska a Ushuaia en un coche grande, con la gran diferencia que ellos llevaban ya seis meses viajando. Resultaron ser tan simpáticos que olvidamos las duchas y nos fuimos a aparcar juntos en un descampado a la entrada de los campings, para cenar e intercambiar anécdotas divertidas con el Gordo como traductor en los momentos de confusión. El martes amaneció con un sol espléndido, desayunamos todos juntos y decidimos que al día le quedaba mejor ser domingo; es la ventaja de no tener ninguna fecha marcada, tú eliges qué día es fiesta y cual no. Ellos se lo tomaron como un día de reposo y nosotros como el día en el que teníamos que dejar creado un hogar, el resto ya os lo sabéis del especial de Ténesi.

Desfile militar, Palenque


Empezando el holding, Palenque

El cambio conseguido en un día fue muy notable así que el miércoles pudimos darnos el lujo de disfrutar del río Na Bolom con nuestros amigos franceses. Este es el río que primero nutre la Cascada de Agua Azul y Misol Ha, y que más tarde baña la periferia de Palenque dejando a su paso rápidos, pequeñas playas de piedra y zonas donde poder saltar desde unos diez metros sin peligro de golpearse. Estuvimos todo el día saltando, nadando y escalando rocas los cinco hasta que terminamos exhaustos y el sol nos recordó que debíamos volver a nuestro aparcamiento. Esa era la última vez que estuvimos con los franceses, ya que ellos partían luego hacia Tulum para pasar de allí a Belice donde pasarían sus Navidades. Más que una despedida, fue un hasta pronto pues estamos seguros de que nos los encontraremos de nuevo en la ruta ya que manejamos fechas parecidas

Río Na Bolom, Chiapas
Río Na Bolom, Chiapas

 

El jueves por la mañana ya teníamos la casa preparada y las pilas recargadas para continuar el viaje adentrándonos en la Selva Lacandona que se extiende desde Palenque hasta la frontera con Guatemala por el este y sur, y hasta Comitán por el oeste. Es una selva inmensa en donde habitan jaguares, monos aulladores, tucanes, serpientes, y demás animales extraños de ver en el viejo continente. Tal como llegamos a Lacanjá, la aldea donde pasaríamos la noche, comprobamos de qué palo estaban hechos los insectos del lugar, pues al Gordo se le ocurrió mear en un árbol sin darse cuenta que ponía la chancla encima de un hormiguero. Las hormigas enfadadas con esta ofensa comenzaron a subir por su pie mordiendo todo lo que encontraban a su paso. No pasaron ni dos segundos desde que comenzase a mear, cuando el Gordo comenzó a gritar del dolor que le producían y las hormigas, de diminuto tamaño, parecieron celebrarlo mordiendo un par de veces más recordando la historia de David y Goliat. Cinco minutos después del incidente, el pie del Gordo era un campo de ampollas, algunas incluso sangrantes, y es que debe ser cierto eso que dicen muchos entrenadores de futbol de que no existe rival pequeño. Esa noche nos preparamos para la guerra antes de que se fueran las últimas gotas de luz, forrando cada ventana de Tenesi con mosquiteras, y metiéndonos dentro a las seis de la tarde, ya que sin luz no hay nada que hacer.

 

De camino a la selva, Chiapas
¿Cúal es el niño?, Lacanjá
Los inventos no sirvieron de mucho pues los insectos eran tan pequeños que se colaban por todas partes y además las mosquiteras no dejaban pasar casi el aire, lo que hacía de Tenesi una sauna insoportable. Nos rendimos y cambiamos un poco de brisa dentro a cambio de entregar nuestra sangre a los insectos lugareños, que alegres disfrutaron toda la noche del tributo que les dejamos en bandeja. Nos despertamos poco después de la salida del sol y ya que teníamos tiempo, pudimos perderlo charlando con Gaspar, uno de los indios Lacandones más ancianos de la aldea, que gustoso nos contó la historia de su pueblo. Actualmente hay unos 800 Lacandones distribuidos por la selva en diferentes aldeas, son todos familia, ya que en los años 60, cuando fueron descubiertos por dos antropólogos suizos, solo quedaban ocho. Frans Blom y Gertrudis descubrieron las ruinas de Lacanjá y se hicieron amigos de los indios que quedaban, que les acogieron amablemente en su seno. Los dos antropólogos pudieron ser los primeros en estudiar las ruinas y descubrir las valiosas esculturas en jade que se ocultaban en su interior. Llegaron a un acuerdo con los Lacandones para poder llevarse las esculturas a cambio de crear la Asociación Civil de Na Bolom en San Cristóbal de las Casas; en ella los indios tenían asistencia médica gratuita, comida y un techo donde poder dormir y vender su artesanía, además de ser un centro abierto a todo aquel que quiera conocer la cultura e historia Lacandona. Esto mejoró la situación de los indígenas hasta hoy en día donde los jóvenes pueden asistir a la escuela y la mayoría de la población vive del turismo y la artesanía. A finales del siglo pasado murieron los dos antropólogos y la asociación quedó huérfana; los nuevos directores no serían del agrado de los Lacandones, pues la situación cambió por completo para ellos y se quejan de que ahora deben pagar la mitad del coste del médico, pagan por la comida y no pueden ni vender su artesanía, ni alojarse allí. La mala administración y los deseos de lucro de los nuevos dirigentes han convertido a la que fue la principal fuente de ayuda para los indios, en un ente que explota su cultura sin aportarles casi nada alegando la falta de fondos. Gaspar, ciego de nacimiento, conoció a Gertrudis y Frans Blom cuando tenía ocho años y gracias a ellos pudo sobrevivir a los graves problemas de salud que tenía, ya que le llevaban en avioneta desde la aldea hasta San Cristóbal; y el cariño que les guardaba se notaba en su tono de voz, emocionado cada vez que les nombraba para lo que fuese.
Gaspar, Lacanjá
Nenas lacandonas, Lacanjá

Después de pasar las primeras horas charlando alegremente con Gaspar y su familia, aprovechamos que era pronto para dar una vuelta por uno de los recorridos marcados en la selva, el que sale de Lacanjá hasta la Cascada de las Golondrinas. Una vez más, y después de pelearlo durante 20 minutos, nos sirvió el hecho de ser periodistas para ahorrarnos el importe de la entrada. La excursión duró unas cinco horas, pasando por innumerables puentes que salvaban los miles de arroyos que transcurren por la selva, y avistando árboles, pájaros e insectos de extrañas formas y colores. Cuando llegamos a la cascada no lo podíamos creer, era un sitio de cuento, una pequeña cascada rodeada de vegetación allá donde mirases, que caía unos 10 metros encima de un pequeño manantial donde pudimos bañarnos y usar la cascada como masaje hidráulico, aunque no se pudiese aguantar más de medio minuto bajo ella. Después de regocijarnos durante un par de horas, solos y sin turistas, volvimos corriendo al pueblo en busca de Tenesi para proseguir nuestro safari, ya que la carretera fronteriza con Guatemala, por la que debíamos ir, no es aconsejable de recorrer por la noche por el riesgo de asaltos y por las malas condiciones del asfalto, cuando es asfalto, Llegamos esa noche a Las Guacamayas, un centro eco turístico cerca de las ruinas de Bonampak y Yaxchilán, rodeado de monos aulladores que se pasaron la noche de charla entre ellos sin dejarnos apenas descansar. Menos mal que estábamos avisados del potente aullido con el que se comunican, porque si no llegamos a saber nada, hubiésemos pensado que teníamos a Ténesi rodeada de una manada de jaguares de dos metros como poco. Allí pasamos el tiempo conversando con Marisa y Brenda, dos mexicanas muy simpáticas que estaban de prácticas en el centro. Gracias a ellas nos enteramos de que ese domingo era Santa Guadalupe, patrona de México, por lo que todo el país estaría de fiesta.

 

Cascada de las Golondrinas, Lacanjá
¿Un bañito, Mogli?, Lacanjá

Laguna de Montebello, Chiapas

Decidimos salir pronto del sitio para poder aprovechar bien las horas de luz, ya que nos quedaba un largo recorrido por hacer ese día. Paramos a almorzar por la Laguna de Montebello, normalmente con aguas cristalinas, que después de las lluvias de las últimas semanas eran de un marrón bastante oscuro. La crecida de la laguna había cubierto de agua las casetas de hojalata colindantes, que tiempo atrás fueran fruterías, tiendas de suvenires y puestos de comida local. Ya que el cambio de color del agua afeaba el paisaje y no nos podíamos bañar, decidimos no perder más tiempo y apresurarnos en llegar a San Cristóbal de las Casas, una pequeña ciudad de 120.000 habitantes dentro de las montañas chapanecas. Llegamos allí un poco entrada la noche, en chanclas, pantalón corto y camiseta, y casi nos da un síncope; no tuvimos en cuenta que por primera vez nos encontrábamos a 1800 km de altitud, lo que provocó un descenso muy considerable de las temperaturas que habíamos manejado hasta el momento. Sacamos la poca ropa de abrigo de la que disponíamos, nos enfundamos cual cebollas, y salimos a tomar algo ya que la ciudad parecía animada. Después de tomar las primeras copas en un antro (como se llaman aquí los garitos) con música en directo, nos recomendó la camarera ir a una fiesta allí cerquita. La fiesta era organizada por Zapayasos, una ONG de payasos zapatistas que actúa en la región. Ir allí fue lo mejor que pudimos hacer, ya que tal como entramos en la fiesta, nos encontramos por casualidad a Paco, amigo nuestro de la Facultad que lleva cinco meses viviendo en San Cristóbal, menuda suerte. Estuvimos toda la noche conociendo a amigos de todas las partes del mundo e intercambiando historias de los dos últimos años, ya que hacía ese tiempo que no nos veíamos con Paco.

 

Chica facil, ¿Donde?, Palenque
Corredores de la Guadalupana, Chiapas

El domingo amaneció muy soleado y muy pronto, o eso nos pareció a nosotros por lo tarde que nos habíamos acostado. Había un sinfín de personas con sus mejores galas, que desde bien temprano salían a pasear en peregrinación hacia la Iglesia de Guadalupe. Las calles se encontraban adornadas por miles de banderillas con los colores de México y el nombre de su patrona en lo alto. Cada dos minutos llegaba un grupo de corredores procedentes de todos los pueblos de la zona, que como ofrenda a la virgen, encienden todos los años una antorcha en su localidad y la transportan corriendo hasta llegar a la iglesia de Santa Guadalupe. El sol bañaba con fuerza la ciudad, iluminando las miles de tonalidades de diferentes colores que ofrece la arquitectura colonial de la zona, las plazas y avenidas se llenaban de música y olores a mil manjares callejeros, los niños bailaban y reían felices al compás de los cánticos, los mayores les acompañaban recordando la época en la que los críos eran ellos, y nosotros observábamos con atención las escenas que nos rodeaban. Cada rincón estaba lleno de luz, música, bailes y sonrisas, parecía que una ola de alegría hubiese bañado el valle donde nos encontrábamos.

 

¡Viva la Virgen de Guadalupe!, Chiapas
Avistando la llegada, San Cristóbal

Tomamos unas micheladas que nos ofreció nuestro amigo Paco, casi ofendido porque no las hubiésemos probado en las tres semanas que llevábamos en tierras mexicanas. Se trata de una manera muy peculiar de preparar la cerveza, con limón, chile, sal, salsa Perrins, tabasco y un par de salsas más inidentificables; vaya mejunje, sabía a todo menos a cerveza, pero para la resaca dicen que es de lo mejor. Pasamos todo el día de paseos para uno y otro lado entre una marabunta de gente que abarrotaba los puestos callejeros de comida, y cuando no pudimos más regresamos a casa de Paco a descansar un poco y relajarnos antes de ir a dormir. No teníamos ninguna prisa en conocer todo San Cristóbal, pues nos dejó una primera impresión tan buena, que sabíamos que nos quedaríamos unos días más a respirar aire puro, y compartir anécdotas con la gran cantidad de viajeros que pasan, se quedan y habitan la ciudad.

 

La ascensión a la Iglesia de Santa Guadalupe, San Cristóbal

Creando una casa

Publicado: 13 diciembre, 2010 en México
Llevábamos una semana esperando para poder ir al lote de autos usados que se celebra todos los domingos en Cancún. No nos queríamos precipitar en la compra, ya que no entraba en nuestros planes tirar dinero a la basura, pero la idea de tener una de esas viejas Volkswagen Westfalia con tropecientos mil kilómetros, era tan jugosa que ya nos veíamos pintándola de flores cual hippies setenteros. La otra opción que nos hacía gracia era la de ir en un Escarabajo, que circulan por todo Latinoamérica con edades tan inciertas como las de los indios lacandones. La mayor ventaja de estas dos opciones era el motor Volkswagen, no hay un taller en el mundo que el mecánico sea tan cateto que no sepa arreglarlo, y con nuestras pocas nociones de mecánica tiene pinta que antes o después lo necesitaremos. 

 

Tenesi en la selva

Con estos miedos e ilusiones llegamos al estadio de los Atlantes de Cancún, el único equipo de primera división que tiene la ciudad. En su parking y en frente de este se celebraba el lote, con las míticas banderillas de colores de película de serie B americana, los precios escritos a rotulador en la luna y cientos de propietarios deseosos de sacar una buena tajada de la venta. Nuestras ilusiones de rememorar épocas pasadas se disiparon pronto; Westfalia no había ni una y Escarabajos, que los había de todos los colores y edades, resultaron ser físicamente incompatibles con las medidas del Gordo. El propietario del Escarabajo que más nos había gustado hasta el momento, viendo el interés que mostrábamos, intentó correr el asiento del conductor lo más atrás que pudo para demostrarnos que teníamos sitio de sobra. En el mismo instante que se sentó el Gordo, el asiento cedió hasta quedarse a ras de suelo, lo que provocó una carcajada en todos y definitivamente descartó al Escarabajo como compañero de viaje.


En el primer vistazo a los doscientos coches que habría aproximadamente, nos gustó una 4×4 Chevrolet que vendía una pareja de húngaros, con un motor con muy buena pinta que consumía unos 10/12 litros cada 100 km. El principal problema era este, el consumo era excesivo para las prestaciones que nos daba, ya que no podíamos meter una cama en su interior, y tampoco necesitamos la potencia de un 4×4. Aun así, nos llevamos su teléfono por si nos arrepentíamos. El motor Volkswagen seguía dando vueltas en nuestras cabezas, por eso, y por los buenos recuerdos que nos quedan tanto al Gordo como al Pelón, cuando vimos que había bastantes Golf, cambiamos el objetivo de nuestra búsqueda, decidimos modernizar nuestras pretensiones. Probamos los dos Golf caja 3 que entraban en nuestro presupuesto, el primero de ellos tenía una calavera como caja de cambios, y otras dos pequeñitas a juego en los pestillos, lo que de primeras nos hizo gracia. Después de probar ambos y escuchar sus más que cascados motores, nos sentamos a disfrutar de unas naranjas con chile (típico aperitivo callejero mexicano) a la sombra de un árbol para poder recopilar nuestras opiniones y posibilidades.

Otra visón del mundo


Hasta aquí habíamos hablado con unos 30 propietarios, probado 3 coches y dado catorce vueltas al lote bajo un sol abrasador y con el cansancio de haber dormido unas tres horas. Rendidos al destino de empezar el viaje a pie e intentar la compra del auto en Chiapas, siguiente etapa de nuestra ruta, decidimos retirarnos a casa en busca de la piscina. Cuando casi habíamos salido del lote, el Chuli avistó a Tenesi a lo lejos, una Ford Aerostar azul pastel del 92. Tenía muchas ventajas, siete plazas, posibilidad de meter una cama dentro, aunque todavía no sabíamos cómo, y motor Ford, que en América significa recambio de piezas seguro. El único inconveniente que vimos fue el consumo, según nos dijo el propietario, unos 14 litros a los 100 para alimentar un motor 3.0 de 6 cilindros en V, con 182 caballos, cuando nos dijo el motor casi se nos salen los ojos de las órbitas. La edad y el kilometraje no eran óptimos, pero tampoco exagerados, la mayoría de edad para 242.000 km, o así nos la vendieron. El vendedor era un mexicano de unos 50 años con su hijo de 6, parecía de fiar, aunque nunca se puede saber. Fuimos con él a probarla y a los 5 minutos de ver lo bien que sonaba, la facilidad de conducción que tenía y lo cómodos que estábamos, se dibujó una sonrisa en la cara de los tres al saber que habíamos encontrado nuestra nueva casa para el próximo año. Las facilidades que te da la administración mexicana hicieron que tras hacer un contrato de compra venta y pagar los 21.500 pesos (1380 €) que nos costó, pudiésemos estar de regreso en casa a tiempo de disfrutar de la ansiada piscina, con Tenesi aparcada en la puerta. Su nombre se debe a que en el Estado de Tennessy es donde empezó a rodar nuestra amiga.


Hogar, dulce hogar

Como europeos inexpertos en viajes largos y compraventa de autos, hasta dos días después de la compra no nos dimos cuenta que lo que marcaba, como buena furgo americana que era, eran millas en vez de kilómetros. ¡Menudo cambio! La furgo pasó de tener 240.000 km a unos 380.000 km, todo por el capricho del sistema métrico anglosajón. Para nosotros no cambió nada, confiábamos en ella y lo seguimos haciendo. Gracias a Bobby, la pudimos llevar a su taller de confianza donde José, el jefe de los mecánicos, la revisó durante dos horitas largas por el módico predio de 200 pesos (13.30 €). Nos dijo que el motor estaba en muy buen estado y que era muy dura, según él, cree que podremos llegar. De momento la estamos descubriendo y cada vez nos agrada más, parece hecha a medida.


Tenesi antes del trabajo

 

El siguiente paso era convertirla en una casa. Los cinco asientos de atrás se podían abatir, lo que nos dejaba hueco para una cama de 2.00 x 1.50, más de lo que podíamos esperar en un principio. Compramos tres tablas a medida para hacer un somier desmontable por si queríamos volver a la posición inicial de siete plazas. Colchón fue algo más difícil encontrar uno a la medida, ya que los Queen Size, modelo que más se acerca con 1.90×1.50, son muy altos todos y nos dejaban apenas 40 cm de la cama al techo. Después de mucho buscar y gracias de nuevo a la estimable ayuda de Bobby encontramos uno que entraba exacto, era fino y asequible, 1600 pesos (100 €), con las almohadas y el primer juego de sábanas por 600 pesos (40 €) más. En Cancún comprobamos que funcionaba y una vez tuvimos todo dentro partimos camino a Chiapas, estábamos cansados de estar en la misma ciudad desde 10 días antes.


Una vez llegados a Palenque ya habíamos probado la comodidad de nuestra nueva cama dos noches y era bastante aceptable en comparación a la hamaca, el sofá y el suelo donde llevábamos una semana durmiendo. El único problema es que además de ser un poco estrecho para los tres, al estar tan cerca del techo, el calor es demasiado agobiante además de ser un poco dificultosa la entrada y la salida por estar muy alto. Sentíamos la impresión de que con unas horitas de trabajo y unos pocos pesos podíamos convertirla en una señora mini caravana. Compramos todo lo que nos hacía falta, nos fuimos a un descampado que fue nuestro parking tres días y nos pusimos manos a la obra. Conseguimos separar los respaldos de los asientos traseros para utilizarlos como base del somier que aguantará el colchón. Con esto ganamos unos 20 cm de altura, lo que supone muchísima amplitud y deja entre los asientos el espacio necesario para las maletas, hasta seremos la envidia de muchas de nuestras amigas cuando les digamos que teníamos zapatero debajo de los asientos. Atrás en el mini maletero hay espacio suficiente para los sacos de dormir, una pequeña caja de herramientas, tres garrafas de agua, unas sudaderas y tres cajas de madera que compramos por 5 pesos (0.30 €) cada una en una frutería. Las cajas son del tamaño exacto y podemos distribuir en ellas material de playa, comida y útiles de aseo para tener todo a mano.

Comodidad


El primer paso está hecho, la cama y los bártulos acomodados. A partir de ahora vienen los pequeños arreglos que facilitan el día a día, unas cortinas con cuerdas y bridas que empezamos a coser con mucha motivación los tres, hasta que conocimos a Kelly, una francesa que nos descubrió la facilidad con la que se hace un dobladillo con una grapadora. Cortinas puestas, compramos unas mosquiteras que pegar con cinta por fuera de las ventanas antes de irnos a dormir si queríamos despertar sin ser devorados primero. El último toque de decoración fue atarle en la antena de la radio una bandera de México que nos regalaron en un restaurante en Chetumal y, por supuesto, dejarle colgado en el retrovisor central el rosario de madera que llevaba, no por devoción, sino por lo macarra que queda y lo útil que puede ser en el continente más católico del mundo.

!En marcha!

México. Cancún, iniciando el viaje.

Publicado: 10 diciembre, 2010 en México
Refrescando ideas, Bacalar

Fue en la piscina del Gordo una tarde de Junio entre chapuzón y chapuzón, hablando del año que nos esperaba, cuando nos dimos cuenta que ninguno quería quedarse en Madrid otro año trabajando precariamente y soñando con los lugares que nos gustaría ver. Ese día dijimos el primer “¿Y por qué no?” (Estilo de vida patentado por nuestro amigo el Negro) del viaje que nos ha traído hasta estas tierras Mayas de la península del Yucatán. Esa tarde nos vino a la memoria en la piscina del hotel de Playa del Carmen cuando cargábamos las mochilas, para irnos rumbo a Cancún sin dirección ni ruta fija a partir de ese momento.

 

Destino incierto en el caribe, Cancún


Todavía nos quedaba un as en la manga, en Cancún se había ofrecido a hospedarnos León, un amigo mexicano de la Facultad. Llegamos por la tarde entre tremendas medidas de seguridad debido a la celebración de la COP16 la semana siguiente a nuestra llegada. Existe un claro intento del Gobierno Mexicano de hacer ver a la opinión pública mundial que controla la seguridad de su país frente a las oleadas de violencia que sufren las ciudades del norte. La cumbre medioambiental marcó nuestros días en Cancún por los continuos retenes militares que sitiaban la ciudad y porque León trabajaba todos los días en eventos relacionados con la cumbre. Y al final… ¡Todo para nada, vaya fracaso de cumbre! Los de siempre dicen que no se acuerdan ni de Kioto ni casi de su madre y hasta 2012 que nos veamos de nuevo.


Control de armas y drogas a la salida de Quintana Roo


Cualquier mañana en Canún

 

Quedamos con él esa misma noche en el Parque de las Palapas, una céntrica plaza donde la gente disfrutaba de una cerveza o un licuado mientras los niños jugaban en coches eléctricos de choque… ¡Por el centro de la plaza! Apareció en un 4×4 con tres amigos para recogernos e ir los 7 a su casa; como imagináis el coche tenía 5 plazas pero lo de ir mil y la madre por coche aquí es como una costumbre. Esa primera noche conocimos a 10 amigos de León, con los que creíamos que compartiríamos nuestra segunda semana. Para decepción nuestra solo volvimos a ver a Kandur, novia de León y a Bobby, un amigo medio mexicano medio tejano del que luego hablaremos. La casa era un apartamento pequeño pero muy acogedor en la zona hotelera en frente de la Laguna de Cancún. Sería nuestra casa para la siguiente semana, casi como un apartamento alquilado en Gandía ya que León aparecía pocas horas por ella debido a su trabajo. Eso sí, las tres camas que tenía eran una hamaca, un sofá pequeñito y el suelo; así que había que ir cambiando cada noche de sitio cual yincana.

La mejor de las camas, Cancún


Los ratos libres que tuvimos aprovechamos para bucear con snorkel por Punta Cancún; ir a un festival de jazz de vuelta en Playa del Carmen, esta vez con León y su novia; festejar por todo lo alto los cinco regalos que el Barça hizo al Pelón por su cumple; y degustar la comida local entre comilona y comilona en el hotel Riu Cancún o Riu Caribe. Sabíamos que no debíamos tirar las pulseras del todo incluido y ¡Línea!, dos hoteles Riu en Cancún. Un pequeño paseo para avistar mejor y ¡Bingo!, llevan nuestra misma pulsera. Gracias a los buenos consejos de la Guía Troncha para economizar en los viajes, disfrutamos de varios copiosos festines en todos los restaurantes de ambos. La comida local nos había llamado la atención desde que llegamos, pero pudiendo comer gratis, para qué gastar. La primera vez que nos plantamos delante de una taquería, nos maravillamos mareados por las infinitas posibilidades de platos que podíamos elegir: Tortas, Tacos, Quesadillas, Gringas, Milanesas…; todos ellos de mil carnes diferentes: Cochinita, Res, Asada, Pastor, Pollo, Arrachera… Después de haber vuelto loco a preguntas a más de un tendero para intentar descubrir los ingredientes de cada uno de estos manjares, tuvimos que desistir pronto al darnos cuenta que la gran mayoría de los puestecitos solo tenía Tortas y Tacos, con excepción de los que también disponían de Quesadillas. Son diferentes formas de preparar lo mismo con algún matiz que cambia si no le echas picante, porque si decides hacerlo, el sabor del chile habanero mata todos los demás dejando un rico rastro de fuego por toda la boca.

Al frio de la parrilla, Chicanná

 

El sábado por la noche nos acostamos bastante tarde por el concierto de jazz, y dormimos muy poco, pero a ninguno se le pegaron las sábanas, era el día que se hacía el lote de coches usados en Cancún y queríamos estar los primeros. Llegamos a un escenario sacado de película de los Hermanos Cohen, un descampado a los lados de una avenida principal, que rodea el estadio de los Atlantes de Cancún, decorado con banderillas de colores que volaban de poste a poste de madera. En el lote podías encontrar desde Mustang, nuevísimos 4×4 y Corvette, hasta Escarabajos con 800.000 km y llamaradas pintadas en las puertas. Vimos imágenes muy pintorescas de vírgenes de oro, rosarios a juego con la tapicería de los coches tuning, calaveras en la palanca de cambios y pestillos, o al Gordo probando si podía conducir un escarabajo; después de que el propietario del coche estuviera 15 minutos echando el asiento para atrás, cuando intento sentarse casi se desmonta en mil piezas. Después de haber probado dos Golf que sonaban como cafeteras rotas y no ver nada que nos convenciese, tras 7 horas con 30 grados y un sol de muerte que tostaba nuestros pensamientos, decidimos rendirnos y volver a casa. En el camino de vuelta al autobús deparamos en una camioneta Ford azul, fuimos a verla y entraba en nuestro presupuesto, eran 24.000 pesos que tras media hora de negociación se convirtieron en 21.500. La probamos, nos gustó y decidimos confiar en ella. Los papeleos en los países latinos se hacen rápido, en dos horitas más estábamos en casa con Tenesi aparcada en la puerta. El nombre vino porque sus primeros pasos los dio en Tennessy hasta que el majete que nos la vendió subió a por ella por fortuna nuestra.

Tenesi recién adquirida

 

Tejanos del sur, Chetumal

Los días posteriores los dedicamos a poner a punto la furgo, llevándola con Bobby a José, su mecánico de confianza, y lo cierto es que estábamos acojonados. ¿Habríamos tirado 1.400 euros a la basura? José la revisó por un par de horas mientras aprovechamos estar en un polígono de Cancún para encargar a medida las tablas que serán el somier de nuestra cama. Volvemos al taller y ¡Parece que no!, según él hemos hecho una buena compra y es el primero que apuesta por que lleguemos. Gracias a Bobby, con el que compartimos mil carcajadas los tres días que estuvimos con él, compramos también un colchón barato que parecía hecho a medida para nuestra furgo y el hueco del que disponíamos. Ya tenemos casa para los próximos 300 días. La próxima semana dedicaremos un especial para presentaros nuestro nuevo hogar.


Recordando las lecciones de Mama, Chicanná


El sábado, con la sensación de haber pasado una semana en un apartamento de la costa levantina dejamos atrás las grandes concentraciones hoteleras con destino a Chiapas, un paraíso natural en el sur de México. El viaje nos llevará dos días, ya que tenemos 1.000 km de carretera de un carril en cada sentido y el del “centro” opcional si el de atrás tiene mucha prisa. Pasamos de nuevo por Tulum rumbo sur hasta llegar a Bacalar, un pueblo con un antiguo castillo español usado para defenderse de los piratas, al borde de la Laguna Azul. A sabiendas de que esa noche no podíamos contar con una ducha, nos quitamos los calores del viaje bañándonos en el agua azul casi eléctrico de la laguna. Se respiraba la tranquilidad más allá de las aglomeraciones de turistas, solo disturbada por dos grupos de niños que racaneaban al sol los últimos chapuzones en una balsa de agua cristalina. Cuando se fue la luz nos dirigimos a hacer noche en Chetumal, capital del Estado de Quintana Roo, del que todavía no hemos salido.


Laguna Azul, Bacalar

 

Laguna azul, Bacalar

 

Chetumal es una ciudad casi fronteriza con Belize, y además capital, por lo que hay tiendas, puestos y restaurantes allá donde mires. El sitio no es muy bonito pero para hacer noche es más que suficiente. La ciudad madrugó pese al ser domingo, igual que nosotros, todavía nos esperaban 500 km por delante y la necesidad de llegar a las ruinas de Calakmul antes del alba. La premura se debía a que todos los anocheceres en el km 107 de la carretera que va de Chetumal a Escárcega, entre las ruinas de Calakmul y Balamkú, hay un cenote sin agua con una cueva en la que mora una colonia de 2.500.000 de murciélagos. Al anochecer el apetito les despierta para ir en busca de alimento, y salen todos juntos de la cueva formando espirales de miles de ellos. El espectáculo dura unos 20 minutos, y si te sientas al borde del cenote a observar, te pasan a menos de 3 cm del cuerpo demostrando sus increíbles habilidades aéreas. Como tuvimos que hacer tiempo, nos hicimos pasar por corresponsales de El País en México para no pagar la entrada a las ruinas de Balamkú, y poder pasear entre unos de los frescos Mayas que mejor se conservan. Desde allí corriendo a ver los murciélagos y de nuevo al coche para intentar llegar a Palenque. Tuvimos que viajar hasta las 11 de la noche, ya que desde que dejásemos Chetumal las carreteras empeoraron considerablemente, lo que dilató bastante la marcha. Por fin llegamos a Palenque después de dejar atrás los estados de Quintana Roo y de Tabasco. Ya estamos en Chiapas.

Ruinas de Balamkú

 

 

Hasta la próxima amigos

 

 

México. Toma de contacto.

Publicado: 26 noviembre, 2010 en México
Por fin llegó el día, 18 de noviembre, nos despertamos con la mente en México y el cuerpo dispuesto a hacer, a la carrera, los últimos preparativos que según nuestros padres deberían estar hechos semanas antes. Después de un tour de locura por Madrid llegamos a Barajas gracias a Charly y su furgoneta. Allí estaban el Negro, Umber y Santi para darnos las últimas fuerzas y despedirse una vez más (no sabemos cuántas veces nos despedimos de cada uno). Embarcamos las maletas y cogimos (a partir de ahora diremos “agarramos” por razones obvias y problemas físicos) el avión creyendo que en unas 6 horitas estábamos en la playa. Esas 6 horitas se convirtieron en 11 de vuelo; de las cuales el Gordo durmió 10… para asombro de todos los pasajeros de su alrededor. Si no fuese por la pésima comida y las peliculas de telecinco para la siesta el viaje hubiese sido matador.
Puerta Maya, Tulum

Entramos en México por la puerta grande; en el aeropuerto la seguridad establecida anti cárteles dependía de un botón; si salía rojo como le pasó a la pareja de abuelos que pasaron delante de nosotros te registran hasta la goma de los calzones. Si por el contrario sale verde… ¡Bienvenidos a Cancún!

Playa de Tulum

En la furgoneta que nos llevaba al Hotel a ritmo de narcocorrido (prohibido en México) hicimos los primeros amigos, una pareja supermajetes, Raúl y Cris, que al final no eran pareja y han sido nuestros compañeros inseparables la primera semana de viaje. En vez de pareja resultó que eran dos amigos, gay y lesbiana, con los que el Gordo pudo saciar sus curiosidades habituales para divertemento de todos. El Hotel está padre güey, tiene un sinfín de cosas a gusto de Alvarito, que todo lo usa, todo lo bebe, todo lo come hasta a los gatos, “Ay que me lo como”.


¿Un licuadito?, Tulum


¡Quiero una coti!, Tulum

El pueblo de Playa del Carmen es como Marbella en pequeñito y tropical, vamos una guirufada que te cagas; gringos, canadienses, españoles y franceses por todos los lados. Las playas son increíbles, con arena blanca finísima y aguas turquesas; aunque no parece que estemos en el Caribe ya que el mar está picado todos los días. El clima es perfecto, no hace mucho calor pero con un 90% de humedad, por lo que si no aprieta el sol se está bien. Lo de llover depende de cómo le dé al Dios Maya de turno porque en una hora puede diluviar (no os imagináis de qué manera) cuatro veces y salir el sol otras tantas.


Templo de Kukulcán. Chichen Itzá

El observatorio o "El Caracol", Chichén Itzá

Después de disfrutar las playas y las comodidades del hotel, el lunes nos alquilamos un coche con nuestros dos amigos para ir a Chichen Itza (a unos 250 Km), que son las ruinas mayas que mejor se conservan de toda la península del Yucatán, elegida como una de las nuevas maravillas del mundo. Es impresionante, una vez que consigues zafarte de la nube de vendedores ambulantes que rodea la entrada apareces en toda una ciudad maya que tardas unas 3 horas en visitar entera, rodeada de una jungla con un pequeño lago llamado el Cenote Sagrado. Conocimos a unos chavalitos mayas que vendían artesanía con los que estuvimos bromeando y nos contaron la historia del lugar después de rechazar varios trueques mayas (si te descuidas te cambian a su suegra por unas zapatillas). Por la tarde, a la vuelta pasamos primero por Okua, un pequeño pueblecito donde no había más que casas, dos tiendas y la plaza del pueblo; y después por Valladolid, pero llegamos casi de noche por lo que solo pudimos ver el centro de la ciudad. ¡Por fin primera vez nos dio la sensación de haber llegado a México!


Templo de las mil columnas, Chichen Itzá

La casa de la Iguana, Chichen Itzá


Okuense, Okua


El martes, de nuevo con coche gracias a nuestra peculiar pareja de amigos, nos fuimos a las ruinas de Tulum (60 Km al sur) donde dejamos a nuestros compañeros entrando a lo cómodo (por la puerta) y nosotros nos fuimos en busca de aventura y un huequito por donde pasar y así no pagar el ingreso. Hay que tener cuidado cuando un taxista te habla de distancias, sino pagas por 5 supuestos kilómetros y luego ves que no llega ni a 1; así que después de andar como 800 metros aparecimos en Playa Paraíso. Empezamos a caminar pegados al mar por las rocas hasta que nos podíamos más y tuvimos que pasar por la jungla de encima del acantilado. Después de dos tramos de avanzar 3 metros por minuto bajo un sol abrasador que casi nos hace perder dos kilos de peso, nos dimos de morros con las ruinas… ¡Ya estábamos dentro! Merecía la pena pues se llegaba a una poblado Maya muy bien conservado situado en frente de una playa donde pudimos refrescarnos un par de horitas antes de visitar las ruinas. Era un sitio donde la tranquilidad rondaba el ambiente salvo por las innumerables iguanas que corrían y se pegaban entre ellas encima de las toallas del personal.


Eran tontos estos Mayas, Tulum

Papá y nene en las ruinas, Tulum

Iguanas al sol, Tulum


Paramos a comer en una taquería en el pueblo de Tulum. Lejos del bufet libre del hotel, pudimos probar unos tacos originales. Te preparan la carne en unas tortitas y te pones tu mismo la guarnición y salsas que prefieras. Si un mexicano os dice alguna vez que algo pica mucho, hacerle caso, no miente. El Gordo desafiando sus palabras volcó una copiosa cucharada de pure de chile habanero en cada uno de sus tacos. El Pelón con tres gotitas en uno de ellos casi se muere mientras que el Gordo devoraba los suyos en apenas dos minutos; resultado: hemos podido constatar que se puede sentir el latido del corazón a través de los ojos, de la presión que ejerce el picante. Nunca ninguno habiamos probado algo igual.


Playa con torreón Maya, Tulum

Playa de Tulum, Tulum

Esa misma tarde fuimos a uno de los numerosos cenotes vecinos a Tulum… y ¿Qué coño es un cenote?, pues son pequeños lagos que están por la jungla en todo el Yucatán, de agua dulce y cristalina, donde por un módico precio puedes pasarte toda la tarde haciendo el bestia; saltando desde rocas y árboles sin peligro alguno porque hay como 7 metros de profundidad. Lo de sin peligro no era del todo verdad pues nos pegamos unos cuantos espaldazos de nivel al intentar mortales y demás peripecias.


Cenote escondido, Tulum


El ángel del Chuli, Tulum

Los hermanos Derrick, Tulum


El ángel del Pelón, Tulum


La moraleja de la primera semana es que estamos ansiosos de dejar atrás las comodidades y el guirufeo para empezar de una vez la aventura de verdad. Próxima parada Cancún, a casa de León, un amigo mexicano de la Universidad. Veremos que nos depara…


¿Adios o alto?, Okua